Durián

En el camino de vuelta de Kuantan a Penang, un viaje que normalmente toma cerca de 9 horas, pero en nuestro caso resulto demorar 12, paramos innumerable cantidad de veces. Algunas para estirar las piernas, acalambradas de tanto viaje. La mayoria de las otras para comer algo a la vera del camino. En una de estas paradas finalmente fui convencido de probar la fruta nacional malaya: el Durián. Como apreciaran en la foto, es parecido a un gran piñón, de corteza dura y espinosa. Adentro es una madera dura. Lo unico que se come es la poca carne que se adhiere al hueso, que es enorme, parecido en tamaño y forma al de una palta (o aguacate.)

Por supuesto, yo ya estaba al tanto de que comer Durián es un rito de iniciación para todo occidental que llega a estas costas. Lo primero que uno percibe es por supuesto el olor. Me resulta dificil de describirlo, pero es algo asi como una mezcla entre calcetines sucios y basura en descomposición, con tonalidades dulzonas de por medio. En fin, haciendo de tripas, corazón me acerque al famoso bocado.

El secreto para probarlo por primera vez es contener la respiración. Desprovisto de su olor caracteristico - fuerte y penetrante a la vez - no resulta tan tragico. Y bueno, justo ahi la magia ocurre. La textura resulta ser cremosa y suave, el sabor dulce y delicado. Una delicia. Para mi fue casi una revelación. No, en realidad fue una revelacion, puesto que esperaba algo mas acorde a su aroma. De ahi me large a comer como desatado. Cada bocado resultaba mas delicioso que el anterior.

Y bueno al fin puedo decir que ya he sobrevivido a la experiencia malaya y puedo considerarme casi un nativo. Si hasta despues de que ya habiamos seguido el viaje, mientras el olor aun permanecia fresco en mis manos (a pesar de los repetidos lavados), descubri que ya no lo encontraba repugnante y hasta empezaba a añorar saborear de nuevo un durian... cosas que pasan hasta en las mejores familias...

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