Al pie de la bandera

A veces es bueno que nos invada la nostalgia... sirve para ayudarnos a enfocar nuestros recuerdos y a evaluar nuestras prioridades. O quiza sea que sirva para limpiarnos por dentro un poco...

¡Ciudadanos!
¿Qué nos une en este instante, quién nos llama,
encendidas las pupilas y frenéticas las manos?
¿A qué viene ese clamor que en el aire se derrama
y retumba en el confín?
No es el trueno del cañón;
no es el canto del clarín;
es el épico estandarte, es la espléndida oriflama,
es el patrio pabellón,
que halla en cada ciudadano un paladín.

¡Oh, bandera!
La querida, la sin mancha, la primera
entre todas las que he visto,
¡Cómo siento resonar,
no en mi oído, sino dentro de mi ardiente corazón,
tu murmullo, que es alerta y que es arrullo,
tu murmullo que es consejo en la tertulia del hogar
y que en medio de las balas es rugido de león!
¡Cómo siento que fulgura, con qué ardores,
la gloriosa conjunción de tus colores,
flor de magia, hecha de fuego, de heroísmo, de ideal!

¡La bandera!. La soñamos inmortal
con su blanco, con su rojo y con su azul en que descuella
perla viva y colosal,
esa estrella arrancada para ella
al océano de luz del cielo austral.
La hemos visto desde niños, la queremos
como amamos a la novia, con supremos
arrebatos, con ternura, con unción
¡Todo pasa!. Viento trágico y siniestro
nos usurpa lo que amamos, lo que es nuestro;
padre noble, dulce madre, tibio hogar.
Somos huérfanos; erramos, dolorosos peregrinos,
por insólitos caminos y al azar ...

¡Sólo tú, bandera, quedas; sólo tú, que nunca mueres,
porque tú eres
toda el alma de la patria, bajo el cielo o sobre el mar!

¡La bandera! ¿Quién olvida
que ella ha sido como un hada para nuestra edad florida?
¿Quién al verla que a pleno aire se levanta,
no la advierte como un alma enamorada de la vida?
¿De qué trémula garganta
en los grandes días patrios se escapó una nota sola
a que no haya respondido
como el eco más sentido
la bandera que tremola
en lo alto del madero carcomido
de la escuela, del cuartel o del torreón?
¿Qué muchacho, entre la gresca vocinglera
de septiembre, malamente disfrazado
de soldado no ha jurado
convertirse en héroe patrio y defender de su bandera
hasta el último jirón?

¡Oh bandera! ¡Trapo Santo!
Hay ingratos que te niegan, que se burlan del encanto
en que envuelves y fascinas que no entienden
el lenguaje de tu risa y de tu llanto.
Mientras tanto,
yo se bien que no hay ninguno que, nostálgico, te mire
y no tiemble, y no suspire,
y no llore en tu homenaje.
Yo sé bien que a más de un pobre desterrado
toda el alma en un sollozo has arrancado,
cual se arranca el duro hierro de una herida,
cuando errante por naciones extranjeras,
con su fardo de dolor,
ha observado que entre un bosque de banderas
sólo falta la que amó toda su vida,
¡la bandera tricolor!
¡Yo sé bien lo que se siente cuando a solas,
desde un barco mar afuera, entre las olas,
se percibe la silueta de un peñón,
y sobre él, a todo viento la bandera,
la bandera que saluda cariñosa,
la bandera que es la madre, que es la esposa,
el hogar, la patria entera
que va oculta en nuestro propio corazón!

Yo no sé cuándo es más grande la bandera:
si en el campo de batalla,
inflamada por relámpagos de cólera guerrera
y deshecha por el plomo y la metralla,
o en el alto tijeral de un edificio
que levanta en plena urbe su armazón,
y donde es como un heraldo de alegría,
porque no se ha consumado el sacrificio
del que rige, con heroica bizarría,
el compás de su martillo por el ritmo del pulmón.
Sólo sé que para ella es siempre el mismo
cualquier gesto de heroísmo;
que ella cubre con la misma majestad
a unos y otros...
¡La bandera es madre, es hembra!
Si en medio de los vivos a menudo el odio siembra,
por encima de los muertos, sólo arroja la piedad.

¡Ciudadanos!
Que no sea la bandera en nuestras manos
ni un ridículo juguete, ni una estúpida amenaza,
ni un hipócrita fetiche, ni una insignia baladí.
Veneremos la bandera
como un símbolo divino de la raza:
adorémosla con ansia, con pasión, con frenesí;
y no ataje nuestro paso mina, foso, ni trinchera,
cuando oigamos que nos grita la bandera:
“¡Hijos míos! ¡Defendedme! ¡Estoy aquí!”.

Comentarios

Beatrice dijo…
gracias por la visita y escuché la selección que hizo Frederick de la magnífica Vera Lynn

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